El conjunto de Mestalla volvió a no dar la cara ante un club de la que hasta hace no mucho se consideraba «su liga». Los de Corberán, de la misma manera que ante el FC Barcelona, salieron francamente tocados y vapuleados, esta vez, ante el Real Madrid. Ya la pretérita temporada se vieron indicios de que el Valencia actual se abstiene a competir ante los punteros del campeonato.
El Valencia preocupa y no poco. Las sensaciones son malas, el juego no es bueno y la ruptura entre todos los elementos que unen la entidad es más que visible, acabando por notarse en el campo. La pobre imagen del Santiago Bernabéu fue la enésima vergüenza del conjunto de Mestalla, que ha pasado de envalentonarse a entregar la victoriade forma sistemática a los grandes rivales a la hora de disputar un encuentro ante ellos, dejando de lado si es en casa o fuera.
Oasis como visitante
En antaño, los rivales se asustaban cuando el Valencia les visitaba. Ve a Barcelona y Madrid y pregúntales aquello que era jugar contra el conjunto valencianista a final del siglo pasado o principios de éste: una verdadera batalla campaldonde ambos se disputaban el ser punteros de la clasificación u optar a posiciones de privilegio.
Actualmente, todo ello queda francamente lejos. Las noches del Valencia en el Camp Nou, dejando al FC Barcelona fuera de finales europeas o coperas, o teniéndolo en la cuerda floja a fin de poder clasificar a Champions, queda en la retina de los más mayores, que tienen que padecer actualmente cómo el equipo que peleaba, ahora, siempre que visita la Ciudad Condal, simplemente absorbe los goles que su rival desea encajarle.
Caso no del todo similar aunque relacionado cuando la entidad valencianista visitaba la capital de España. De ese Valencia que competía al conjunto merengue por las ligas y que llegaba al feudo de Concha Espina y en muchas ocasiones debía ser el árbitro quien aupase al Real Madrid hacia la victoria, no resta nada actualmente, quedando más que visto en el día de ayer, donde pudo entenderse que la victoria obtenida en dicho mismo estadio la pretérita campaña no fue más que una quimera.
Mestalla pierde su espíritu
La casa del Valencia, aquella que lo ha visto levantar todo tipo de títulos y sobreponerse a rivales de magnitudes inconmensurables, ha pasado de ser su recinto de sueños a ser el de las pesadillas. El feudo que en un pasado no muy tardío acogió semifinales de Champions League y grandes hazañas por parte del conjunto de la capital del Túria, se ha desenvuelto como un verdadero jardín para esos equipos a los que el Valencia un día perteneció.
Ya no solo FC Barcelona y Real Madrid se mueren de ganas por visitar Mestalla —donde el primero ya se ha acostumbrado a que quien juega de local no le plante cara—, Atlético de Madrid o Athletic Club han empezado a cogerle el gusto a un estadio que ha albergado innumerables actuaciones de grandes magnitudes por parte de su equipo, que hoy iza la bandera blanca cuando un rival que aspira a posiciones de privilegio se le pone delante.
Los últimos de los clubes que parecen querer sumarse a esta lista que podría engrandecerse en caso de disputar el conjunto de Mestalla no son otros que Villarreal o Betis. Dos entidades que le han cogido el testigo en cuanto a importancia dentro de la competición liguera y que han sido el último y próximo en visitar un estadio que apunta a despedirse de su club, habiéndole cogido la matrícula gran parte del fútbol español.
¿Cómo se ha llegado el Valencia hasta aquí?
En resumidas cuentas, cuando se maniobra de forma errónea y repetida, sin intención de reconducir el rumbo, es inevitable que la mala sintonía acabe por arraigar con el tiempo. Esto no es más que el pan de cada día del Valencia, un club víctima de una gestión nefasta por parte de su directiva, completamente desentendida de la subsistencia y la progresión de la entidad. La consecuencia es un equipo que, pese a mantenerse en Primera División, se ha convertido en un mar de incompetencia, cada vez más alejado de las actuaciones destacadas que solía ofrecer con regularidad en el pasado.
La falta de inversión como emblema de gestión y el continuo torpedeo a cualquier indicio de proyecto han desembocado en el Valencia actual: un equipo desalmado, sin rumbo, donde exigirle competir parece casi un ataque personal.

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