El 22 de noviembre de 2023 se llevó a cabo uno de esos partidos culmen en la historia reciente del Villarreal: el Zamora 1-2 Villarreal, un partido más de Copa aunque con un inquilino cuanto menos curioso y conocido en el banquillo, Marcelino García Toral.
Días atrás al desarrollo al encuentro de Copa (13 de noviembre), el técnico que en su primera temporada lograría ascender al conjunto amarillo a Primera División, clasificarlo a unas semifinales de Europa League en la segunda y tercera temporada o acceder vía cuarto puesto liguero a Champions en la cuarta, anunció su vuelta a un Villarreal que lo llamó en alarmas y que hoy junto al asturiano se encuentra en uno de sus momentos más dulces de su corto recorrido en la élite.
Marcelino es uno de esos entrenadores que si le das tiempo, está más que capacitado de lograr grandes registros. En su palmarés cuenta con 3 ascensos, títulos después de sequías (Valencia y Athletic Club), clasificaciones a competición europea y con el Villarreal en concreto, tiene uno de los mejores «retornos» al club que se le recuerda a un entrenador. El asturiano recogió a un Villarreal echado por tierra, teniéndolo hoy como tercer clasificado y avisando a los grandes del campeonato que mejor no despistarse.
¿Qué sucede antes de Marcelino?
Lo de Marcelino y el Villarreal no es reciente. El técnico recaló cuando La Cerámica todavía era El Madrigal, con un conjunto amarillo que descendió a Segunda División después de una 2011-12 que se prevenía ilusionante con el volver a disputar la Champions y el tener un equipo acorde a las exigencias de la competición, él tendría que hacer de apagafuegos.
Nilmar, Rossi, Musacchio… eran algunos de los comandados por un Juan Carlos Garrido que sería fulminantemente cesado dada la situación del equipo y la eliminación estrepitosa en Copa de Europa, quedando últimos en un complicado grupo con Manchester City, Kobenhavn y Napoli.
Sin Garrido pero con Lotina, el equipo tampoco mejoró la situación, acabando por descender a Segunda División después de varios resultados que salvarían al Rayo con el «Tamudazo» después de caer el Submarino en Mestalla y ante el Atlético de Madrid en casa, donde Falcao certificaría la debacle, quedando a un punto de una salvación.
El inquilino contactado por el club castellonense para su banquillo de forma efímera no tendría cabida para el reto de Segunda División, dejando a cargo del inicio de la campaña en la división de plata a Julio Velázquez, proveniente del propio filial y con el objetivo de no tardar más de la cuenta en poner al equipo en la zona noble de Segunda una vez empezada.
Ascenso y continuidad
La apuesta por lo de la casa no saldría del todo bien a la familia Roig. Séptimo con 32 puntos en 22 partidos y, sobre todo, sin convencer en cuanto a idea —además de estar fuera de play-off y los dos primeros clasificados—, llevaron al Villarreal a prescindir del técnico, aterrizando en La Plana un Marcelino con experiencia en la categoría: subió al Recre, subió al Racing, al Zaragoza y desde la cúpula del conjunto amarillo se esperaba que hiciese lo mismo.
El mantenimiento de parte del bloque (aunque con salidas como la del dúo Nilmar-Rossi) fue una de las ayudas para ese Villarreal que reaccionaría con el técnico asturiano. Bruno, Senna, Trigueros o el propio Musacchio —que tendría un importante papel en el futuro cercano de por aquel entonces del técnico— supieron embarrarse, firmando medio año más que bueno con 45 puntos, acabando el Villarreal con 77 la temporada, más que suficientes para ascender por un Elche que firmaría su mejor registro en 90 aniversario, con 82 puntos y no dejando obtener al Villarreal su primer título, para el que debería esperar.
El ascenso valdría un puesto y el asturiano tendría la potestad de poder entrenar al conjunto amarillo en Primera. El Villarreal no dudaría de aprovechar el subidón y, además de seguir manteniendo el bloque como hizo durante su año en Segunda, firmaría a Paulista, Pina, Jokic, Jaume Costa, Giovanni Dos Santos, Perbet y Jonathan Pereira para la zona de gol, además de un Sergio Asenjo en invierno que acabaría disputando 258 partidos con el Villarreal.
Tres dulces temporadas con final agridulce
Como bien ha tendido a hacer allá donde ha entrenado, Marcelino lograría optimizar su plantilla, consiguiendo que el retorno a Primera División no supusiese una carga más masiva de lo esperado. El equipo se estableció como un equipo colectivo, además de estable, fiable defensivamente y capacitado de dominar en área contraria.
Las 3 temporadas donde se le dio el voto de confianza al técnico que hoy suma 266 partidos con el Villarreal, el equipo se volvió cotidiano en Europa, logrando la clasificación a Europa League en sus dos primeras temporadas, con unas semifinales en la 14-15 y una traca final con la vuelta a Champions League.
Todo ello no se hubiese entendido sin un proyecto de entidad marcado por la búsqueda de una entidad sostenible y continuista en cuanto a resultados (el saber que jugador Europa genera bienestar), el control de mercado (84 millones gastados por los casi 65 ingresados) y la confianza en lo que funciona.
Pese a la batería de positivismo que emanó en el club en el casi lustro cumplido por el técnico asturiano, Marcelino acabaría despedido después de clasificar a Champions en su 4ª temporada en el club. El técnico quiso dar un paso más allá, empezar a maquetar un Villarreal a su imagen y semejanza —donde Musacchio tenía un papel fundamental—, concepto que chocó de lleno con las premisas de Roig, que al ver al técnico sublevado e intentando establecer sus parámetros, no dudaría en prescindir de él en el preludio de una de las temporadas que mayor interés iba a generar en términos Villarreal. Marcelino abandonaba lo que en su carrera como técnico más se asemejaba a un proyecto propio, siendo sustituido por Fran Escribà.
La vida sin «Marce»
Antes de volver a ver a Marcelino por el banquillo de La Cerámica, el Villarreal intentaría llevar a cabo varios proyectos de entrenador. Escribà, Calleja, Emery, Pacheta, Luis García Plaza o Setién pasaron por el banquillo groguet antes de contratar nuevamente al asturiano. Aún desenvolviéndose la mayoría de ellos de forma irregular, la regularidad obtenida durante la primera etapa del técnico español consiguió mantenerse, clasificando el club hasta en 4 ocasiones a la Europa League.
A su vez, los ingresos y el proyecto estable propuesto desde primer momento por los Roig consiguió enderezarse e ir aspirando a más. Con ello, el Villarreal se convirtió en un verdadero atractivo a tener en cuenta por varios jugadores de renombre, que acabarían siendo de vital importancia en su historia reciente, desde Cédric Bakambu, pasando por Etienne Capoué, Juan Foyth, Dani Parejo, Francis Coquelin, Pedraza…
Además, varios de los jugadores que empezaban a asomar la cabeza con Marcelino como director técnico, comenzaron a establecerse. Bruno Soriano, Pau Torres, Mario Gaspar, Gerard Moreno, Trigueros —que no es canterano pero firmó por el C— son esos que hoy son perros viejos, pero que sin ellos no se entendería el crecimiento progresivo de la entidad valenciana.
Entre esa vorágine de temporadas, llegó una guinda, la 20‑21. El Villarreal, ya reconocido donde iba, con un bagaje importante, empezaba ya a cuestionarse a sí mismo: “Está muy bien lo que estamos haciendo, sabemos de dónde venimos, pero hace falta algo más”.
Y entre ese murmullo de puertas hacia dentro en el club, sería con Emery y esa temporada en la que el Villarreal ganaría su primer título. Certificando ello lo que no era más que un proyecto real y que, sin Marcelino, apuntaba a ser Emery quien lleva las riendas y, por qué no, pelear por conceptos inclusive mayores.
Resaca de título y caída
Tras tocar metal por primera vez en su historia, al Villarreal le daría tiempo volver a poner su nombre entre los grandes, también con el entrenador euskera como su máximo capataz. Las semifinales de Champions alcanzadas en la 21‑22, donde el Submarino apeó a Bayern, Juve y estuvo cerca de meter mano al Liverpool, es el último gran hachazo del Villarreal en el fútbol europeo hasta la fecha y lo que fue el preludio de la «caída» y posterior vuelta del entrenador que fuese jugador del Sporting de Gijón.
El primer clavo en la caja de pino no la pondría otro que Unai Emery. El técnico de mayor regularidad y partidos desde el propio Marcelino firmaría un contrato con el Aston Villa siendo todavía técnico amarillo, dejando a dos velas al club, quien optaría por Quique Setién y Pacheta a fin de enderezar el rumbo de un equipo con resaca de gloria.
Pese a la clasificación a Europa League obtenida por el técnico santanderino, el Villarreal dejó de convencer y se volvió un equipo más vulnerable. Setién sería quien empezase la temporada y, con una concatenación de resultados parecidos a la primera etapa de Javi Calleja (decimocuarto clasificado en la 18‑19), el ex técnico de Betis o Barça daría paso a Pacheta.
El de éste sería periodo más corto de la etapa post Marcelino, que no sería otro que el elegido para revertir la situación de una forma diferente a la de su primera etapa, aunque con el objetivo de volver a la buena sintonía al club que ya denominaba a su estadio La Cerámica, después de las obras que se llevaron a cabo en su estadio, uno de los motivos de ese crecimiento innegable que padeció un club que buscaba salir de una pequeña espiral con un viejo conocido.
Ante la duda, Marcelino
Con el Villarreal teniendo el agua al cuello, el que se descartó de ser «Salvador Milagros» en su rueda de prensa de presentación, recaló nuevamente en Vila-Real después de esa primera etapa entre el crecimiento y la traca final, que se selló en 177 partidos. Ambas partes decidieron poner alto al fuego y entendieron que juntos mejor que por separado.
Desde la segunda contratación del técnico, el Villarreal no ha dejado de evolucionar. Del equipo eliminado por el Olympique de Marsella en Europa League, que no pudo clasificar siquiera a Conference y con una facilidad pasmosa para encajar goles, no quedan resquicios, estando actualmente en una cómoda tercera plaza, con un equipo que nada tiene que ver con el primero que dirigió el asturiano y manteniendo ese estilo en los despachos que lo hace único.
A su vez, Marcelino no deja de reinventarse y batirse a sí mismo además de crear un Villarreal del que nadie duda. Habiendo sido capaz de dejar por tierra esos defectos que sobrevolaban al equipo , debutando en Champions desde los banquillos y encontrándose a día de hoy en uno de sus picos como técnico, después de ganar una Copa del Rey no muy lejos del Villarreal, donde espera poder hacer lo mismo en una segunda etapa que tuvo un inicio y el final, pues ya se dirá.

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