El conjunto dirigido por Carlos Corberán ha sumado 8 puntos de los 24 posibles de estos 8 primeros encuentros ligueros. Cifra que supera mínimamente los 5 extraídos por Rubén Baraja la pretérita temporada. Los de Mestalla suman 2 victorias (Getafe y Athletic Club) y dos empates (Real Sociedad y Espanyol), deslumbrando entre los resultados, la falta de claridad como visitante además de la pérdida de identidad como local.
El Valencia vuelve a estar más cerca de las posiciones de abismo que de las europeas, cometiendo una y otra vez los mismos errores y lejos de asemejarse a ese equipo que acabó de forma más que correcta la pretérita temporada. El mensaje del técnico valenciano parece empezar a no calar en una plantilla cada vez más divorciada entre sí misma.
Se desinfla el factor Mestalla
El amuleto por antonomasia durante las últimas temporadas a fin de quedarse en Primera División del conjunto de Mestalla no ha sido otro que su estadio, en el que, sumando la amplia mayoría de los puntos, le ha servido para no perder la categoría. Dicho buen hacer se ha contrapuesto a los resultados como visitante, donde el Valencia ha estado lejos de igualar lo que ha ido cosechando como local.
Esta presente temporada, ese espíritu Mestalla parece haberse diluido en algunos conceptos. Aún habiendo extraído un correcto marcador (7/12 puntos posibles), el juego del conjunto valencianista no es del todo el deseado, viéndose bloqueado y superado por su rival en varias fases del juego, teniendo que esperar a oportunidades puntuales —como una expulsión rigurosa ante el Athletic Club— para poder implantar su dominio.
En su último encuentro como local, ante el conjunto ovetense, el Valencia y más concretamente Mestalla tocaron fondo. Dejando una imagen grave ante un rival recién ascendido, se acentuó que, por buenos que puedan parecer a simple vista los números obtenidos en la Avenida de Suecia, no es oro todo lo que reluce.
Tercer peor visitante de la competición
Ganar fuera de casa es un reto mayúsculo. Siempre es difícil puntuar lejos del calor del aficionado. Este concepto de no salir victorioso lejos de su feudo se lo toma al pie de la letra la entidad de la ciudad del Turia, que en la actual jornada 8 es uno de los integrantes del grupo de equipos que todavía no han ganado fuera de casa.
Osasuna, Girona, Espanyol o Barcelona son los rivales contra los que ha jugado el equipo dirigido por Corberán lejos de su estadio, habiendo únicamente podido extraer 1 de los 12 puntos posibles. Aún siendo una cifra alarmante, lo que más preocupa al aficionado valencianista es la imagen mostrada por su equipo lejos de su estadio.
Los partidos como visitante del Valencia se han basado en la supervivencia, quedando expuestos los 11 goles encajados fuera de casa, muestra de su fragilidad defensiva.
La próxima aventura como forastero será en Mendizorrotza, donde el ardor de la zona baja de la tabla obliga al Valencia a abandonar su zona de confort —Mestalla— y hacer frente a su caballo de batalla por excelencia de las últimas temporadas.
¿En qué está fallando el Valencia?
No alcanzar la decena de puntos cuando el campeonato roza su ecuador es síntoma evidente de que el ecosistema de engranajes no está funcionando. Así sucede en un Valencia cuyos defectos se detectaron desde el primer momento.
El conjunto de Carlos Corberán ha perdido el empuje, la verticalidad y el colmillo que lo caracterizaron la temporada pretérita, desenvolviéndose ahora como uno de los equipos que más espacio concede y más permite jugar a su rival. A ello se suma la implementación de una idea más amarrategui, que en muchas ocasiones lo ha condenado, facilitando que el adversario encuentre con mayor facilidad las ocasiones de peligro.
Todo sumado a una atmósfera extradeportiva que hace caminar al conjunto valencianista por la cuerda en lo que está siendo un nuevo inicio fatídico en la cuenca del Río Turia, donde todos señalan a todos necesitando prontamente este problema conjunto, una solución.
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