Sevilla, a 29 de noviembre de 2025
La ciudad hispalense se prepara para vivir mañana una de esas jornadas que trascienden lo meramente futbolístico. El Gran Derbi entre Sevilla FC y Real Betis Balompié no es solo un partido: es un ritual de pasión, orgullo y rivalidad que divide calles, familias y sentimientos, pero que al mismo tiempo engrandece la identidad de una ciudad que late al compás del balón.
El Ramón Sánchez-Pizjuán será el escenario de un choque que llega marcado por la incertidumbre. Las bajas en ambos equipos han abierto un abanico de posibilidades que hacen del pronóstico un terreno movedizo. El Sevilla, bajo la dirección de Matías Almeyda, busca reencontrarse con su mejor versión tras semanas de irregularidad. El Betis de Manuel Pellegrini, quinto en la tabla, llega con la ambición de consolidar su sueño europeo y de asaltar Nervión con la fuerza de su afición.
Un derbi bajo la lluvia
La meteorología también quiere ser protagonista. La Aemet ha activado aviso amarillo por lluvias, y el cielo amenaza con teñir de gris una tarde que, sin embargo, promete estar cargada de color en las gradas. Nervión se vestirá de rojo y blanco, mientras que miles de corazones verdiblancos empujarán desde la distancia, conscientes de que cada derbi es una batalla que se juega tanto en el césped como en el alma.
Rivalidad y tensión
Los días previos han estado salpicados por incidentes entre ultras, con detenciones y pintadas que recuerdan la cara más amarga de esta rivalidad. Sin embargo, las instituciones han querido enviar un mensaje de respeto y convivencia: los presidentes de ambos clubes, José María del Nido Carrasco y Ángel Haro, se han reunido junto al presidente de la Diputación, Javier Fernández, para escenificar que el fútbol debe ser pasión, nunca violencia.
Un partido que es historia
El Gran Derbi es mucho más que tres puntos. Es memoria de goles eternos, de lágrimas y celebraciones, de noches que se cuentan en generaciones. El último precedente en Nervión se resolvió con victoria sevillista gracias a un tanto de Lukebakio, pero cada encuentro escribe su propio relato, imprevisible y cargado de emoción.
Mañana, cuando el árbitro dé el pitido inicial, Sevilla volverá a dividirse en dos colores, dos formas de entender la vida, dos maneras de sentir el fútbol. Y, gane quien gane, la ciudad entera sabrá que ha vivido otra página de su historia más apasionada.
El Gran Derbi no se juega, se siente. Y mañana, Sevilla volverá a vibrar con él.
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