Los rojiblancos se dejan atrás tres puntos y acumulan su octavo tropiezo en los últimos nueve partidos ligueros como visitante
Después del partido contra el Oviedo, todo lo que rodeaba al Granada era un síntoma de alegría. Aquellos tres puntos supieron a puro caviar. Parecía que los nazaríes asomaban la cabeza con la vista rumbo al top seis. Sin embargo, el encuentro de hoy contra el Tenerife ha sido un nuevo golpe de realidad. De haber logrado la victoria, los rojiblancos hubieran dormido en el quinto puesto de la clasificación. El gol de Lucas Boyé en la primera parte parecía abrir ese camino, pero nadie se ha disfrazado de héroe para doblar la ventaja o cerrar el grifo. Dispusieron de mil y una ocasiones para anotar el 2-0, pero un mal despeje de Lama propició el empate. Para rematar la faena, el central madrileño vio la roja como último hombre en una falta al borde del área que, como daño colateral, fue la antesala del segundo del Tenerife, obra de Luismi Cruz en el libre directo. Por enésima vez esta temporada, todo sale cruz. Haciendo alusión a Invert: ¿cuántas gotas tienen que caer para saber que está lloviendo?
El Granada protagonizó un intenso arranque de partido, estableciéndose en campo rival en los primeros minutos de juego. Trigueros, mucho más cómodo en el trío de centrocampistas, intentó un remate de volea que propició el primer esfuerzo de Edgar Badía. Pasada la primera decena de minutos, ambos equipos se intercambiaron los papeles, siendo ahora el Tenerife quien cargaba con el motín del barco. Los locales generaron varias ocasiones durante este tramo de partido, siendo la más clara para el exrojiblanco Bodiger, quien, tras una serie de rebotes dentro del área, dispuso de un claro disparo que se marchó desviado.
Al poco tiempo, estalló la euforia en clave nazarí, aunque por poco tiempo. En una segunda jugada tras un saque de esquina, Abde Rebbach sacó a relucir una preciosa volea con el interior desde la frontal que tocó la madera y concluyó besando la red. En plena celebración, el extremo argelino se dio media vuelta y la euforia se transformó en incredulidad momentánea. El tanto fue anulado porque, tras el centro desde el córner de Sergio Ruiz, el balón había traspasado la línea de fondo en plena curvatura. El Tenerife quiso responder al momento, pero Mariño sacó la manopla a pasear para intervenir ante el disparo de Waldo.
Los rojiblancos mostraban problemas para mantener el balón desde entonces, pero la profundidad de Rebbach surtió efecto. El extremo desbordó por banda izquierda, entró en el área y, tras sacar un centro, fue derribado por Bodiger. La pena máxima se dispuso a ejecutarla Lucas Boyé. Frente a él, Edgar Badía, excompañero de batallas en el Elche durante tres años. El guardameta adivinó el lanzamiento e incluso llegó a rozar el esférico, pero la potencia de disparo del argentino salió vencedora de este cara a cara para alegría de los andaluces. No obstante, los rojiblancos continuaron concediendo ocasiones. Un remate de Bodiger en un córner contactó con la mano de Mariño y el larguero para rozar el empate. Al borde del descanso, Rebbach tuvo en sus botas el 0-2, pero Badía se llevó el mano a mano.
Nada más empezar la segunda parte, el Granada armó una jugosa contra que finalizó Sergio Ruiz, bloqueando el tiro la zaga tinerfeña. Poco más tarde, los rojiblancos continuaron pecando de generosidad. En un rechace, con Badía en el suelo, Stoichkov, precipitándose con el cuerpo mal colocado, envió el balón fuera de los tres palos, perdonando los nazaríes el 0-2 de nuevo. Una acción que podría haber cambiado el guion del partido ya que, en el minuto 53, un nuevo disparo de Bodiger, sin rumbo hacia la portería, lo convirtió Manu Lama en el tanto del empate tras impactar el balón en su pierna de apoyo en un intento de despeje.
Los rojiblancos, que ya estaban protagonizando una floja actuación en la segunda parte, continuaron sin encontrarse consigo mismos. Con balón, demasiadas imprecisiones, regalando así posesiones a los locales con excesiva frecuencia. Sin el esférico en botas nazaríes, la escasa intensidad defensiva negaba cualquier posibilidad de robo de balón. No obstante, los rojiblancos tuvieron oportunidades para volver a adelantarse en el marcador. Boyé protagonizó una buena jugada eliminando a varios defensores, pero su vaselina no superó a Badía. Posteriormente, el argentino dejó a plantado a Gonzalo Villar en un nuevo mano a mano, pero, perdonando una vez más, la definición del murciano se marchó fuera. Para aumentar las malas noticias, Sergio Ruiz, en una protesta, vio la quinta cartulina amarilla, por lo que cumplirá sanción contra el Almería en la próxima jornada.
Pasada la media hora de juego, Escribá modificó el dibujo. Introdujo a Tsitaishvili en el campo para regresar a su clásico 4-4-2, sacrificando por ello a Trigueros. Diez minutos más tarde, llegó la jugada que supuso el gran punto de inflexión del encuentro. Lama cometió falta sobre Diarra y González Díaz apuntó al punto de penalti. El VAR entró al rescate del colegiado asturiano, señalando una falta al borde del área, pero cambiando también el color de la tarjeta de Manu Lama, último hombre de la jugada. El central madrileño abandonó el verde del Heliodoro y Escribá, sin esperar a la resolución del libre directo, introdujo en el campo a Loïc Williams y Ricard Sánchez en los lugares de Rebbach y Stoichkov. Acto seguido, Luismi Cruz chutó la falta por el lado del portero. Mariño, blando en esta ocasión, no hizo lo suficiente para sacar el disparo.
Así, los rojiblancos se plantaron en la recta final del encuentro con el resultado en contra sumado a la inferioridad numérica. Borja Bastón y Juanma, en detrimento de Rubén Sánchez y Gonzalo Villar, agotaron los cambios de los rojiblancos, pasando a jugar con una 4-3-2 con Tsitaishvili de interior. Ante esta situación, los nazaríes no lograron ni siquiera merodear la portería rival. El Tenerife, inteligentemente, mantuvo largas posesiones para defender con el propio paso de los segundos. Sin épica de por medio, el árbitro decretó el término del encuentro. La irregularidad de los nazaríes, especialmente fuera de casa (seis derrotas, dos empates y una victoria en los últimos nueve partidos ligueros como visitante), quita el sueño a más de uno.
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